viernes, 13 de marzo de 2009

Momentos vergonzantes: fútbol, canis y cerveza (Momentos Vergonzantes Vol. XIII)

Miercoles 25 de Febrero, zona de Sol, alrededor de las seis de la tarde. Paseando por el centro de mi ciudad, (acompañado de no les diré quien, para no levantar suspicacias, resquemores ni celos), en una de las calles que se intentan esconder del bullicioso borreguismo humano que habita la céntrica zona de Sol, contemplo con asombro y estupor a la gran cantidad de forofos ingleses del Liverpool que pululan por el lugar, completamente borrachos, aguardando a que empiece el encuentro que medirá a “su” equipo (que tiene 5 españoles entre sus filas) contra “nuestro” Real Madrid (que creo que ese día contaba con tan sólo 3 españoles como titulares). El caso es que mientras iba al encuentro de mi acompañante, me crucé con varios hooligans totalmente borrachos, uno de ellos, de mediana edad, dando bandazos de lado a lado de la calle (no de la acera, de la calle). Me reúno con mi acompañante y nos disponemos a dar una vuelta juntos, mientras comentamos la masiva afluencia de ingleses en plena efervescencia etílica. Llevados por la conversación, nos metemos por una pequeña calle de la zona en la que hay instaladas una serie de terrazas, totalmente atestadas de forofos del Liverpool. El caso es que, según nos acercamos a una de las terrazas, vemos que un grupo de ingleses sentados en una de las mesas empieza a subir el tono. De pronto, uno de ellos, enfrascado en el fragor de la conversación, pierde el apoyo de su silla y cae, contraviniendo las leyes más básicas de la física, sobre la mesa, lanzando todas las copas, jarras, botellas y vasos que allí había sobre los pies de sus compatriotas que, para más inri, iban en chanclas. El grupo se queda en silencio total, lanzando miradas furibundas a su camarada caído, a la mesa y a sus pies (alternativamente) y, como llevados por alguna fuerza inexplicable, estallan en sonoras carcajadas. Mientras, el pobre inglés caído como un muñeco roto, pone cara de dolido y ni siquiera hace el esfuerzo de levantarse… se me parte el corazón sólo de recordarlo…

Jueves 26 de febrero, calle Cruz (zona de Sol, una vez más), 18:30 de la tarde. Mi amigo y compañero bunkero Lengua Negra y yo degustamos una cerveza en un local de esta calle mientras disfrutamos de una animada charla. Al rato me fijo en el fondo del local y veo a un tipo cuya cara me suena ligeramente, pero no consigo sabe de qué. Sin darle más importancia, proseguimos nuestra conversación hasta que veo que el interfecto se me queda mirando, me saluda y me doy cuenta de que es un antiguo vecino de nuestra localidad de origen. El tipo se acerca y nos saluda amistosamente, nos pregunta por nuestra vida de forma intrascendente y, cuando le devolvemos la cortesía, al colega se le suelta la lengua. Y de que manera: empieza a relatarnos una serie de episodios carcelarios que le sucedieron nada más terminar su adolescencia, que si le echaron no se cuantos años por robar coches y por otras cosas que ni mencionó y que, cuando le iban a dar el tercer grado penitenciario, se pegó con tres policías de una localidad madrileña, y claro la cosa se empezó a complicar, pero nada comparado con la vez que le pillaron volviendo de permiso y con ocho bellotas de hachís en el estomago, que los funcionarios de la prisión se encargaron de que expulsase imagínense por que parte de su cuerpo, y que como pillase al bastardo que le había delatado… Y claro, en este punto, el señor Lengua Negra y yo teníamos la boca abierta hasta el suelo. El caso es que no sé de que no extrañamos porque la cosa pintaba mal desde el principio, porque eso de empezar una narración apoyándose en la muletilla de moda (“Pues yo… yo la lié parda”) no auguraba nada bueno. Como bien apuntó después Lengua Negra, “lo que para otro serían 7 años de dura terapia, a ti te lo sueltan de golpe y se quedan tan a gusto.” No tengo muy claro porqué a la gente se le suelta la lengua conmigo de esa manera… será porque uno tiene cara (que no maneras) de buena persona…

Viernes 27 de febrero, calle Carretas (zona de Sol, again), alrededor de las 18:00 de la tarde. Mientras subo por esta calle de un solo sentido para el tráfico rodado junto a un compañero de trabajo (imagino que ya habrán deducido que trabajo en el centro de Madrid), veo como bajan tres canis/pokeros montados en bicicleta a toda velocidad por dirección contraria, poniéndose en peligro a ellos, a los transeúntes que cruzan mirando sólo hacia abajo y a los pobres conductores que no merecen manchar su coche atropellando a alguno de estos infraseres. Mientras la gente comenta lo imprudente (y mi compañero y yo añadimos “gilipollas”) de su conducta, justo a nuestra altura aparecen un par más de canicicleteros que se paran ante la visión de una gran furgoneta de SEUR que les impide el paso. El conductor de la misma, me imagino que alertado por el resto de canicicleteros, sube despacio y prudente la cuesta, pero los susodichos no se apartan, con lo cual el conductor no puede pasar. Uno de ellos, envalentonado por algún motivo que se escapa a mi comprensión, planta los pies en el suelo y levanta la bicicleta por el manillar, como si ésta estuviera encabritada. El conductor, un hombre con gafas y cara de buena persona hace el amago de ir a pasar, pero no las tiene todas consigo y el cani vaquero le grita “vamos pasa, gafotas, pasa de una puta vez” y añade “¿pero qué miras, gafotas? Pasa coño y déjame en paz”, y se vuelve a sonreír a su compinche, que va justo detrás de él. Y en ese momento me imagino al conductor bajando con un gato de acero/bate de béisbol/puño americano y reventándole la cabeza mientras le dice “Gracias por alegrarme el día, muchacho.” Pero desgraciadamente, las cosas no siempre son como a uno le gustaría…

Otros momentos vergonzantes:

- Wachin' the Wachupei (Momentos Vergonzantes Vol. XII)

- Frases Lapidarias (Momentos Vergonzantes Vol. XI)

4 comentarios:

anselmo dijo...

Si elconductor llevara gafas de sol, pendientes,un par de buenas cicatrices y una lágrima tatuada bajo el ojo, se hubieran callado como putas bajando la cabeza al suelo. Son chuletas, según con quien.

Doctor Proctor dijo...

Más razón que un santo.

Mauro Picotto dijo...

el tipo que os encontrasteis os utilizó de cubo de basura, sacan todos sus males sobre las mentes de algún descuidado, para quitarse la carga de encima y pasartela a ti... me juego lo que quieras a que en el mismo día se econtró con alguien y le soltó la misma charla.

Muy grande el término Canicletero :D

Anónimo dijo...

el centro de madrid es lo peor