Hoy hace 11 años que perdimos a Rozz Williams, la llorada voz de Christian Death. Se quitó la vida, privándonos para siempre de su talento, su poesía y su música. Últimamente he vuelto a escuchar, con el corazón en un puño, algunos de sus primeros albums ("Catastrophe Ballet" y "Ashes") coincidiendo con un repaso a la discografía de Iggy Pop & The Stooges.
Todo está conectado.
El célebre Ian Curtis, unido a la malograda figura de Williams en la tragedia, se ahorcó de la misma manera, mientras sonaba “The Idiot”, uno de los discos que Bowie produjo a “la iguana”.
El opresivo hálito de muerte que brota de los sonidos y versos de esos artistas hace que me pregunte por el papel de la música en los decesos voluntarios.
Si le preguntas al ciudadano medio americano, probablemente te responda que una canción puede inducir, sin duda, al suicidio de una persona influenciable (adolescentes o personas con desequilibrios emocionales principalmente). Sólo así se explica que tras los atentados del 11 de Septiembre, las autoridades (¿y esos quienes serán?) “recomendaran” a las radios nacionales no emitir una lista de más de 100 canciones que pudieran afectar gravemente al estado emocional de una nación tocada y hundida. Esta censura se justificaba aduciendo ideas como que algunas de esas canciones podrían ser interpretadas como una invitación al suicidio o al estallido violento. Canciones de los Beatles, los Rolling o la práctica totalidad de las bandas aparecidas durante la explosión grunge, incluyendo a gente como Tool o Rage Against the Machine, fueron borradas de las ondas de la noche a la mañana.
La inducción al suicidio a través de una canción, no sólo se ha quedado en una leyenda urbana al estilo The Eagles o Led Zeppelin, sino que ha sido motivo de demanda contra grupos como Judas Priest u Ozzy Osborne. Los temas “Better than you, better than me” y “Suicide Solution” (“Mezcla” y no “Solución” Suicida, en referencia a como el alcohol acabó con la vida de Bon Scott) fueron acusados de ser los responsables de los suicidios de varios jóvenes americanos. Y aunque ambos grupos fueron exculpados de todos los cargos en sus respectivos juicios, en la actualidad el dedo acusador de las gentes de “férrea moral” sigue apuntado a grupos como Slipknot o Marilyn Manson como inspiradores de los tiroteos indiscriminados que se producen en sus pacíficas comunidades. Actualmente, y gracias a la estupidísima moda de los Emo, la relación entre música y suicidio ha llegado a unas cotas de desfachatez insoportables. El angst adolescente llevado hasta el más extremo de los ridículos.
Esta idea de que una canción pueda llevar a alguien hasta la muerte, viene de antiguo. La primera canción responsable de muertes “registradas” data de 1993. Se trata, como algunos sabrán por tratarse de un tema muy versionado, de “Gloomy Sunday”, compuesto por Rezső Seress, adaptado tiempo después por László Jávor y traducido al inglés por Sam M. Lewis y Desmond Carter. Gitane Demone, antigua miembro de Christian Death, cantó dicha canción en recuerdo de su amigo Rozz tras su muerte.
Michael Brooks recuerda: "Gloomy Sunday llegó a América en 1936 y, gracias a una brillante campaña de publicidad, empezó a ser conocida como La canción húngara del suicido. Supuestamente, tenía el poder de hipnotizar a los amantes afligidos, que tras escucharla se precipitaban hacia la ventana abierta que tuvieran más cerca, del mismo modo que los inversores suicidas en octubre de 1929: Ambas historias son claras leyendas urbanas."
Leyendas urbanas, sí. ¡Pero con qué capacidad de calado en el subconsciente colectivo!
Personalmente creo que lo último que te va llevar al suicidio es una canción (bueno, a no ser que se trate de un disco de reaggetón). Y si se puede relacionar una canción con quitarse la vida, será porque hay temas, que al igual que un paisaje o un perfume, pueden hacernos más grato el momento de la despedida.
Yo todavía no tengo decidido qué pinchar si un día me da por bajar el telón a mitad de la obra.
El Réquiem de Mozart me parece demasiado rebuscado. No es bueno irse en plan drama queen. Ya lo decía el escritor George Borrow, invadido por la flema británica: "Si tienes que suicidarte procura hacerlo de la manera más decorosa posible: nunca debe perderse de vista el decoro, así en la vida como en la muerte." Precisamente por algo así me niego a tirarme a las vías del tren o quemarme a lo bonzo. Demasiado ruido, demasiado escándalo. Si vas a desaparecer, hazlo con discreción, y acompañado por un buen disco.
Radiohead te lo ponen fácil en álbums como “Ok Computer” o con temas del tipo “Exit Music” o "How to Disappear Completely". Por otro lado, un tema como “Creep” sólo lo recomiendo en caso de suicidas adolescentes o si eres un auténtico munson de más de cuarenta. The Cure por su parte son un topicazo a esquivar. Además tienes que tener mucho cuidado con su set-list porque se te puede colar algún tema super pastél según te abres las venas y morirte antes de la vergüenza que desangrado.
Por el momento, situaría a grupos como Dead Can Dance, Arcana, Anathema, Sopor Aeternus (“Dead Lovers Sarabande vol 1 & 2” o “Songs of the inverted Womb” te lo pone más que fácil), Howard Shore, Faith & The Muse, J. Klimek, Jeff Buckley, Alice in Chains, Mogway, Joy Division o los citados Christian Death (“The Luxury of Tears”, “This Glass house”…) como candidatos a mi Down Top personal. ¿Alguien se atreve a hacer uno propio?
Todo está conectado.
El célebre Ian Curtis, unido a la malograda figura de Williams en la tragedia, se ahorcó de la misma manera, mientras sonaba “The Idiot”, uno de los discos que Bowie produjo a “la iguana”.
El opresivo hálito de muerte que brota de los sonidos y versos de esos artistas hace que me pregunte por el papel de la música en los decesos voluntarios.
Si le preguntas al ciudadano medio americano, probablemente te responda que una canción puede inducir, sin duda, al suicidio de una persona influenciable (adolescentes o personas con desequilibrios emocionales principalmente). Sólo así se explica que tras los atentados del 11 de Septiembre, las autoridades (¿y esos quienes serán?) “recomendaran” a las radios nacionales no emitir una lista de más de 100 canciones que pudieran afectar gravemente al estado emocional de una nación tocada y hundida. Esta censura se justificaba aduciendo ideas como que algunas de esas canciones podrían ser interpretadas como una invitación al suicidio o al estallido violento. Canciones de los Beatles, los Rolling o la práctica totalidad de las bandas aparecidas durante la explosión grunge, incluyendo a gente como Tool o Rage Against the Machine, fueron borradas de las ondas de la noche a la mañana.
La inducción al suicidio a través de una canción, no sólo se ha quedado en una leyenda urbana al estilo The Eagles o Led Zeppelin, sino que ha sido motivo de demanda contra grupos como Judas Priest u Ozzy Osborne. Los temas “Better than you, better than me” y “Suicide Solution” (“Mezcla” y no “Solución” Suicida, en referencia a como el alcohol acabó con la vida de Bon Scott) fueron acusados de ser los responsables de los suicidios de varios jóvenes americanos. Y aunque ambos grupos fueron exculpados de todos los cargos en sus respectivos juicios, en la actualidad el dedo acusador de las gentes de “férrea moral” sigue apuntado a grupos como Slipknot o Marilyn Manson como inspiradores de los tiroteos indiscriminados que se producen en sus pacíficas comunidades. Actualmente, y gracias a la estupidísima moda de los Emo, la relación entre música y suicidio ha llegado a unas cotas de desfachatez insoportables. El angst adolescente llevado hasta el más extremo de los ridículos.
Esta idea de que una canción pueda llevar a alguien hasta la muerte, viene de antiguo. La primera canción responsable de muertes “registradas” data de 1993. Se trata, como algunos sabrán por tratarse de un tema muy versionado, de “Gloomy Sunday”, compuesto por Rezső Seress, adaptado tiempo después por László Jávor y traducido al inglés por Sam M. Lewis y Desmond Carter. Gitane Demone, antigua miembro de Christian Death, cantó dicha canción en recuerdo de su amigo Rozz tras su muerte.
Michael Brooks recuerda: "Gloomy Sunday llegó a América en 1936 y, gracias a una brillante campaña de publicidad, empezó a ser conocida como La canción húngara del suicido. Supuestamente, tenía el poder de hipnotizar a los amantes afligidos, que tras escucharla se precipitaban hacia la ventana abierta que tuvieran más cerca, del mismo modo que los inversores suicidas en octubre de 1929: Ambas historias son claras leyendas urbanas."
Leyendas urbanas, sí. ¡Pero con qué capacidad de calado en el subconsciente colectivo!
Personalmente creo que lo último que te va llevar al suicidio es una canción (bueno, a no ser que se trate de un disco de reaggetón). Y si se puede relacionar una canción con quitarse la vida, será porque hay temas, que al igual que un paisaje o un perfume, pueden hacernos más grato el momento de la despedida.
Yo todavía no tengo decidido qué pinchar si un día me da por bajar el telón a mitad de la obra.
El Réquiem de Mozart me parece demasiado rebuscado. No es bueno irse en plan drama queen. Ya lo decía el escritor George Borrow, invadido por la flema británica: "Si tienes que suicidarte procura hacerlo de la manera más decorosa posible: nunca debe perderse de vista el decoro, así en la vida como en la muerte." Precisamente por algo así me niego a tirarme a las vías del tren o quemarme a lo bonzo. Demasiado ruido, demasiado escándalo. Si vas a desaparecer, hazlo con discreción, y acompañado por un buen disco.
Radiohead te lo ponen fácil en álbums como “Ok Computer” o con temas del tipo “Exit Music” o "How to Disappear Completely". Por otro lado, un tema como “Creep” sólo lo recomiendo en caso de suicidas adolescentes o si eres un auténtico munson de más de cuarenta. The Cure por su parte son un topicazo a esquivar. Además tienes que tener mucho cuidado con su set-list porque se te puede colar algún tema super pastél según te abres las venas y morirte antes de la vergüenza que desangrado.
Por el momento, situaría a grupos como Dead Can Dance, Arcana, Anathema, Sopor Aeternus (“Dead Lovers Sarabande vol 1 & 2” o “Songs of the inverted Womb” te lo pone más que fácil), Howard Shore, Faith & The Muse, J. Klimek, Jeff Buckley, Alice in Chains, Mogway, Joy Division o los citados Christian Death (“The Luxury of Tears”, “This Glass house”…) como candidatos a mi Down Top personal. ¿Alguien se atreve a hacer uno propio?
6 comentarios:
bienvenidos al:
http://farm1.static.flickr.com/155/372451076_4148c9c0ce.jpg?v=0
Yo creo que uno de los temas a pinchar, justo antes de, como dices, bajar el telón antes de tiempo es "Touched" de VAST...
Suicidarse con música es muy poético, y hoy en día, gracias a los avances de la tecnología, lo puedes hacer en cualquier sitio. A mí, fuera de lo que suele ser la música depresiva por excelencia, me deprimen sobremanera "Down in a Hole" de Alice in Chains y "Sleeping Beauty" de A Perfect Circle... rarito que es uno...
Yo me atreveria con "See you in the next life" de Suede o "Slepping pills".
O con cualquiera del grupo "Codeine" te puedes abrir las venas sin problemas y palmarla de un orgasmo.
Como no, podemos mencionar también a Interpol, Björk, Billie Holiday y Nina Simone.
Los Eyaculación Postmortem por su parte, sólo para adolescentes.
Que digo yo, que ya podría denunciarnos algún tertuliano televisivo de tres al cuarto de incitar al suicidio y así nos hacen publicidad gratis. No nos vendría mal, la verad.
Como no, muchas gracias a John Lennon por su mensaje.
PD: "Down in a Hole"... Si Alice in Chains están mencionados en el post es principalmente por ese tema!
Koscuridad... a mi lo que me va es Pitingo jaaja
A mi me ponen el "Killing me chofli" de Pitingo y te aseguro que me tiro por la ventana. A la CIA le vendrían bien discos de kalorreo y "fusión" de tres al cuarto para sus interrogatorios y torturas varias.
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