martes, 26 de mayo de 2009

Retazos de Madrid

Calor agobiante. Tráfico denso. Ruido ensordecedor. Mezcla de olores y colores. Conversaciones en 20 idiomas por metro cuadrado…

Un hombre mayor camina fatigosamente cerca de la Plaza de Callao. Encorvado y con los ojos prácticamente ciegos, su mirada parece indicar que está más cerca de los muertos que de los vivos. Cansado, se para y observa con desgana el flujo humano que se expande por las céntricas arterias de Madrid. De pronto, unos gráciles andares femeninos parecen llamar la atención de los hombres que por allí pasean. Una belleza morena se contonea con un rictus serio en la cara, quizá harta de atraer tantas miradas inapropiadas. Y al llegar a la altura de nuestro anciano protagonista, el hombre, cuya mirada parece atravesar la carne y exponer las vergüenzas del alma humana a un concienzudo examen, exclama mientras observa a la bella joven: “Ay, pero que bien viene el verano” y continúa su trayecto sin volver la mirada atrás. Efectivamente, hay cosas que harían resucitar a un muerto…


¡¡Chaaaaaaaaaaaaaaati!!

Más movimiento, más ruido, más calor, una calle más estrecha...

La marea de gente es ahora incontenible, pero de pronto, un hombre de unos 70 años consigue hacer de improvisado dique en la corriente de seres que transitan la calle, como una piedra en el curso de un caudaloso río. Según me acerco veo que está agachado recogiendo algo del suelo y como yo, la mayoría de la gente que pasa por allí está a punto de tropezar con él. Me pregunto cual será el tesoro que tan interesado está en recoger, e imagino dinero, joyas y Bonos del Estado, pero no, me equivoco. O eso creo yo. Lo que está recogiendo este buen señor es un billete de Metro. Y por lo que parece, usado ya. Aunque claro, esto es un tesoro para un jubilado…


Miiiiiiiiiii tesssssooooro

Gritos de un vendedor de lotería, ruidos de obra, polvo, suciedad, gente y más gente…

Continúo mi periplo que me lleva hasta una estación de Metro, esa madriguera de lombrices mecánicas que nos transportan en sus estómagos hidráulicos por los entresijos de la ciudad. Justo antes de llegar a mi destino para alejarme del bullicio del centro de Madrid, veo una imagen que permanecerá grabada durante mucho tiempo en mi memoria: un hombre llega cojeando trabajosamente hasta una valla que separa la carretera de la acera y con un salto más ágil de lo que debería para alguien de su edad y condición física, salva un obstáculo que el resto de mortales se conforman con rodear y continúa cojeando, como si nada, hasta su destino, sea cual sea. Y yo me pregunto ¿Daredevil no era ciego?


Cojo de día, superhéroe de noche

En ese momento, anonadado por los sucesos que acabo de contemplar, me giro para poner orden en mis pensamientos y observo una pared cualquiera abandonada a su suerte y cubierta por una maraña de carteles, que parecen simular unos coloridos vendajes diseñados por un Walt Disney desquiciado, quizá tratando tapar una herida surrealista. Y veo entre ellos un cartel de letras blancas sobre fondo negro en el que se puede leer "¿Dónde está Bebe?" ¿Qué dónde está Bebe? ¡¡¿¿QUÉ DÓNDE ESTÁ BEBE??!! Ni lo sé ni me importa, si ahora mismo ni siquiera sé donde estoy yo. ¡¡Tengo que salir de aquí!!

Diez minutos cualquiera en Madrid

Bunkeros saludos.

5 comentarios:

missmostoles dijo...

Véngase pa Barna doctor, así echará de menos Madriz...
Y respecto a Bebe... me la trae al pairo.

Doctor Proctor dijo...

No me lo diga dos veces. Y Bebe nos la trae al pairo a todos, que asco de mujer...

Lengua Negra dijo...

Afilada descripción del disparatado caos de una ciudad como la nuestra. No sabemos cómo ocurrió pero Madrid ya es una ciudad post-apocalíptica con todas las de la ley. Y lo mejor es que va a más.

Proctor es el próximo Ballard.

CACHIMENO dijo...

AY! COMO SIEMPRE ESPECTACULARES SUS RELATOS DE LA CAPITAL AUNQUE UN POCO REDICHOS DOCTOR PROCTOR

Doctor Proctor dijo...

Gracias, gracias, me debo a mi público, al que le encanta que sea redicho.